Como admiro a los bibliotecarios de mi facultad, que bien viven, todo el día sentaditos, delante de su ordenador, ordenando de vez en cuando los libros y en el más urgente de los casos socorriendo minúsculas dudas de ubicuidad.
Ay que bien viven mis bibliotecarios mientras no me puedo concentrar, y es que hoy, en alguna de nuestras bibliotecas reina de todo menos silencio.
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